Marzo ha transcurrido lento y noticioso.
El protagonista del mes ha sido la pandemia del Coronavirus.
Todas las noticias giran en torno a este virus que ha invadido cada aspecto de la vida del ser humano en el planeta – literalmente -.
En mi experiencia personal, ha sido una montaña rusa de sensaciones. Y es que si esperan leer que he estado en mi casa, trabajando a distancia, pues la historia es distinta. Soy de las afortunadas empleadas que aún sigue yendo al trabajo a cumplir horario de 8 a 5.
“Afortunada? Pero cómo es que aún estás saliendo a trabajar? Por qué no te quedas en casa?”. Son las preguntas que amigos y familiares me hacen a diario, al ver que las cifras a nivel mundial sigue aumentado al día de hoy, que ya son casi UN MILLÓN de humanos contagiados con este letal virus y que resulta increíble que esto nos llevara un buen rato mas en condiciones atípicas e inconvencionales de vida.
Mi experiencia al principio fue de resistencia. Estaba molesta y negada a continuar labores. Esperaba que hubiese un decreto de ‘cierre total’ e irme a casa con mi familia a aislarme de lo que sucede en el exterior. Sin embargo, al pasar los días, y empaparme de las noticias económicas, de hablar con amigos que me comentan su propia crisis financiera por este ‘paro forzoso’, de personas que han sido despedidas en este trance, quedando en el limbo de tanto compromisos y responsabilidades familiares, todo esto me hizo pensar que no podía ser tan reactiva ante la situación. En dos días hice un cambio de pensamiento y primeramente me sentí agradecida que aun podía seguir trabajando, aún en condiciones de riesgo.
Si, la situación es temible, preocupante y atemorizante, pero no es menos cierto que la incertidumbre de no saber si vas a poder pagar la renta, o continuar con un seguro medico privado ante esta crisis, es mucho mas insostenible a nivel psicológico y emocional.
En cuanto a las noticias, se ha desatado una especie de locura colectiva. En los países suramericanos implementaron una de las medidas mas ortodoxas que he leído hasta ahora; en Panamá clasificaron las salidas de las personas de sus casas por sexo, los hombres solo salen los martes, jueves y sábados.
Solo habrá que esperar como siguen los gobiernos tomando medias y tratando de regularizar esta situación tan descontrolada. Mientras tanto, seguimos explorando y analizando como esta experiencia nos ha tocado lo mas profundo de nuestro ser a nivel mental, espiritual, social y humano en general. Los seres humanos nos estamos dando cuenta de lo que realmente tiene valor: el tiempo y la necesidad de conectar verdaderamente con otros. Nos estamos elevando a un nivel menos básico y robotizado. Estamos preocupados por todos por todo. Es momento de entender que solos y aislados no funcionamos. Y que juntos, alineados en objetivos en común, podremos salir de esta crisis, que ha sido la peor experiencia para la humanidad.